El bombardeo constante de información por parte de VOX de que España se hunde y de las bondades que harían si llegasen al gobierno chocan con la realidad que ha conseguido el gobierno en los últimos años, siempre, por supuesto, teniendo en cuenta la conflictiva mundial a la que se ha visto sometido, con una pandemia que ha visto lastrada a todos los países y una guerra cuyas consecuencias son impredecibles.
A VOX le interesa poner el foco del debate en temas que la sociedad española ya había dejado atrás, porque no quiere hablar de los progresos que se han conseguido en los últimos años. Yo tengo dos preguntas fundamentales que le haría al Partido Popular, ¿qué harán con la ley de eutanasia y con la ley del aborto?
Cuando hablas con el votante de VOX es muy recurrente la frase: con eso que plantea VOX no estoy de acuerdo, pero sé que no lo van a hacer (sobre todo con la supuesta legalización de las armas que desean implantar). Pero, si finalmente lo hacen, quien mirará atrás y se arrepentirá. A mi me preocupa, entre otros, que harán con la ley de la eutanasia y con la ley del aborto.
El halo de optimismo que está recorriendo a los socialistas de la península no sé si será suficiente para reconducir esta dinámica que nació a partir de las elecciones del pasado mayo. Y eso, que en tan sólo un mes se ha visto como esa coalición (PP+VOX) es insostenible, unos con programas electorales que nos retrotraen a épocas pasadas y que queremos olvidar, y otros tragándose sus promesas para enmascarar ese partido que niega derechos fundamentales.
Se le puso cuesta arriba después del debate electoral, en el que Alberto Núñez Feijóo marcó desde el principio el tono del debate, la primera media hora el presidente de gobierno estuvo muy desafortunado, no estábamos acostumbrados a ese tipo de actuación por parte suya, ya que en prácticamente todas las entrevistas televisivas daba muestra de una gran elocuencia y agilidad mental, pero ese principio marcó los minutos posteriores.
Quizás Pedro Sánchez se dio cuenta que le habían comido la tostada, y le costó reponerse de semejante estropicio. Poco a poco fue dirigiendo el debate más a lo que seguramente él pretendía que lo que había hecho.
Y todo eso a pesar de su perfecto minuto de oro, que no fue el último del debate, que lo manejó con soltura, si no cuando trataron la violencia de género, donde se notaba que ese tema no hacía falta que se lo llevase preparado, ya que lo maneja y se desenvuelve con habilidad, algo que no podríamos decir de su contrario, que se vio lastrado por un discurso que no le pertenece a su partido, pero del que no puede desligarse.
Ahora Pedro Sánchez y Yolanda Díaz tienen una oportunidad de contrastar a Santiago Abascal en el siguiente debate electoral, y no permitirle que se ponga la máscara de vicepresidente, y entren en un cuerpo a cuerpo ya que sería una estocada de la que difícilmente podrían reponerse.