El agotamiento de los combustibles fósiles de los que tanto dependemos está provocando un espectacular aumento en el precio de la energía, generando una reacción en cadena que afecta a todos los sectores de la sociedad. La imposibilidad de mantener el ritmo de producción y suministro hace que todo el sistema se tambalee.
A esto hay que sumar una escasez de materias primas básicas y minerales estratégicos que evidencia la incapacidad de las energías renovables para cubrir un consumo energético cada vez mayor, unido a un aumento continuo de la población mundial ¿Estamos ante la tormenta perfecta o se trata de una borrasca más?
Durante las últimas décadas un gran número de científicos y activistas han ido alertando de que el crecimiento económico infinito es algo inviable. Tampoco es que hiciera falta ser científico para darse cuenta, pero ellos lo han demostrado en las últimas décadas con datos de todo tipo, aunque estos hayan sido silenciados continuamente. Las razones para pensar que el capitalismo podría estar viendo el fin de sus días son múltiples y variadas, y además se enlazan y retroalimentan, así que intentaré resumir.
Para empezar, cabe destacar que el "progreso" de las últimas décadas se produjo, entre otras cosas, gracias a fuentes de energía baratas que permitían la fabricación y transporte de modo económico, permitiendo que los estantes de nuestros supermercados estuvieran siempre repletos de todo tipo de mercancías procedentes de todo el planeta, a un precio razonable. Ahora que el petróleo, el gas o el carbón se acaban (no se acaban del todo, pero al menos sí la parte que podemos extraer fácilmente), se vuelve inviable seguir produciendo y transportando esas mercancías sin que el precio final se dispare. Y no solo son los combustibles fósiles los que se agotan (peak oil), sino que también lo hacen muchos otros recursos necesarios para la fabricación de bienes de todo tipo (peak everything). Además, a esta ecuación habría que sumar otro factor tan determinante como la tremenda sobrepoblación mundial. Es decir, cada día que pasa somos más personas habitando el planeta, con menos recursos a su alcance y un balance neto de energía disponible decreciente.